18 de agosto de 2018

EDUCADOR


HUMANO, EDUCADOR Y CREYENTE

Un aporte al mundo educativo



EDUCADOR

En el escrito anterior quise ofrecerles unas pinceladas del trabajo que realizo con docentes en algunos espacios de encuentro y formación. En pocas palabras, ¿cómo puedo llegar a subir a pie al último piso de un edificio si no comienzo por el primer nivel? Imposible.


Lamentablemente en la mayoría de las universidades y en especial en las escuelas de educación, no se nos habla sobre este delicado proceso, se nos ofrecen teorías que deberíamos poner en práctica al momento de ejercer, pero no se comienza por el primer nivel (lo humano).


Abordemos el área profesional o vocacional – EDUCADOR –

No es lo mismo profesión y vocación, atención.


Profesión: 
1. Acción y efecto de profesar.

2. Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución.

3. Conjunto de personas que ejercen una misma profesión.

4. Ceremonia eclesiástica en que alguien profesa en una orden religiosa.

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Vocación: 1. f. Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión.


3. Inclinación a un estado, una profesión o una carrera.

4. Convocación, llamamiento.

(Tomado del diccionario de la real academia española)



Luego de leer estas definiciones podríamos preguntarnos: ¿existen docentes sin vocación? Seguramente sí, también podríamos preguntarnos ¿un docente sin vocación podría llegar a escuchar el llamado? Otra pregunta que se puede responder con un sí.


Todo depende de la persona y como reflexionábamos en el escrito anterior, es importantísimo mirar nuestro génesis.


¿Es malo ser un docente sin vocación? No, siempre y cuando no se le haga daño a nadie, ya que optamos por una profesión para ser felices y ayudar a otros a alcanzar la felicidad. Un docente con vocación está claro del por qué de sus acciones, ha hecho consciencia de que cada encuentro con sus estudiantes se convierte en una oportunidad de salvación, esto quiere decir, del alejamiento de lo malo, de todo aquello que nos despersonaliza, que nos impide ser libres, ser luz.


Entrar a un salón de clases reconociendo que soy “ministro de Dios” me coloca en una posición sumamente exigente.


20 y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí.Gal 2,20


Esto es lo que San Juan Bautista De La Salle quiso enseñar y transmitir a la segunda y tercera generación de Hermanos. Es un privilegio ser tocado, ser elegido por Dios para hablar en su nombre, para “revelar” su mensaje, su rostro. Para ello hay que hacer consciencia y prepararse. 


Matemáticas, ciencias sociales, química, biología, etc. lo enseña muy bien cualquier persona que se haya preparado académicamente para ello, pero “tocar los corazones” de los estudiantes y enamorarlos de las matemáticas, de las ciencias sociales, de la química o de la biología, solamente lo logra hacer aquel que reconoce que esa es la excusa, el camino perfecto para descubrir el paso delicado de Dios por la historia de la humanidad.


Todos los que hemos optado por la profesión docente, debemos saber que tenemos un patrono, un hombre que sin ser docente, dedicó parte de su vida a estudiar minuciosamente el perfil del educador cristiano, y no se conformó con ello, sino que se dedicó a formar a los docentes, a trabajar y vivir con ellos para darles las herramientas necesarias para que fuesen los mejores de los mejores; este hombre se llamó Juan Bautista De La Salle.


En diferentes oportunidades algunos colegas me han preguntado: “¿cómo logras entrar a ese salón de clases a trabajar si esos jóvenes son insoportables?” Con mucha pena intento responder y lo primero que viene a mi mente es la respuesta que Yavé le dio a Moisés cuando lo envía a conversar con el faraón:  


10 “Moisés dijo a Yavé: «Mira, Señor, que yo nunca he tenido facilidad para hablar, y no me ha ido mejor desde que hablas a tu servidor: soy torpe de boca y de lengua.»

11 Le respondió Yavé: «¿Quién ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace que uno hable y otro no? 12 ¿Quién hace que uno vea y que el otro sea ciego o sordo? ¿No soy yo, Yavé? 13 Anda ya, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que tienes que decir.»

14 Pero él insistió: «Por favor, Señor, ¿por qué no mandas a otro?» Esta vez Yavé se enojó con Moisés y le dijo: «¿No tienes a tu hermano Aarón, el levita? Bien sé yo que a él no le faltan las palabras. 15 Y precisamente ha salido de viaje en busca tuya y, al verte, se alegrará mucho.

15 Tú le hablarás y se lo enseñarás de memoria; 16 yo les enseñaré lo que tienen que hacer, porque estaré en tu boca y en la suya. 17 Aarón hablará por ti igual que un profeta habla por su Dios, y tú, con este bastón en la mano, harás milagros.»

Moisés vuelve a Egipto.” (Ex 4,10.15)



Ahí está la respuesta, ahí está la diferencia entre profesión y vocación. No soy yo, es Él quien habla, quien me toca, quien me envía y pone en mis labios palabras de vida para que ellos escuchen, abran sus corazones y decidan ir en búsqueda de la verdad. Esto no es magia, esto requiere de mucho esfuerzo, paciencia, preparación, ejercicios espirituales, diálogo a solas con Dios y revisión constante de cada una de las acciones a realizar.


¿Pones en manos de Dios la vida de tus estudiantes?, ¿te preocupas por investigar quiénes son, qué hacen al salir de la escuela o la universidad?, tratas de analizar y entender por qué son así? ¿Les ofreces el perdón cuando se equivocan dándoles la oportunidad de la rectificación?

Todo esto y mucho más es lo que trabajamos en los encuentros con los docentes, con gusto recibo sus comentarios, propuestas y reflexiones.


En el próximo escrito ahondaremos en la tercera palabra de nuestro título, CREYENTE.





Viva Jesús en nuestros corazones… por siempre.

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