HUMANO,
EDUCADOR Y CREYENTE
Un aporte al
mundo educativo
EDUCADOR
En el escrito anterior quise ofrecerles unas pinceladas del
trabajo que realizo con docentes en algunos espacios de encuentro y formación.
En pocas palabras, ¿cómo puedo llegar a subir a pie al último piso de un
edificio si no comienzo por el primer nivel? Imposible.
Lamentablemente en la mayoría de las universidades y en
especial en las escuelas de educación, no se nos habla sobre este delicado
proceso, se nos ofrecen teorías que deberíamos poner en práctica al momento de
ejercer, pero no se comienza por el primer nivel (lo humano).
Abordemos el área profesional o vocacional – EDUCADOR –
No es lo mismo profesión y vocación, atención.
Profesión:
1. Acción y efecto
de profesar.
2. Empleo, facultad u
oficio que alguien
ejerce y por el que
percibe una retribución.
3.
Conjunto de
personas que ejercen
una misma
profesión.
4.
Ceremonia eclesiástica en
que alguien profesa en
una orden religiosa.
_________________________________________________
Vocación: 1. f.
Inspiración con
que Dios llama a
algún estado, especialmente al
de religión.
2. advocación.
3. Inclinación a
un estado, una
profesión o una
carrera.
4. Convocación,
llamamiento.
(Tomado del diccionario de la real academia española)
Luego de leer estas definiciones
podríamos preguntarnos: ¿existen docentes sin vocación? Seguramente sí, también
podríamos preguntarnos ¿un docente sin vocación podría llegar a escuchar el
llamado? Otra pregunta que se puede responder con un sí.
Todo depende de la persona y como
reflexionábamos en el escrito anterior, es importantísimo mirar nuestro
génesis.
¿Es malo ser un docente sin
vocación? No, siempre y cuando no se le haga daño a nadie, ya que optamos por
una profesión para ser felices y ayudar a otros a alcanzar la felicidad. Un
docente con vocación está claro del por qué de sus acciones, ha hecho
consciencia de que cada encuentro con sus estudiantes se convierte en una
oportunidad de salvación, esto quiere decir, del alejamiento de lo malo, de
todo aquello que nos despersonaliza, que nos impide ser libres, ser luz.
Entrar a un salón de clases
reconociendo que soy “ministro de Dios” me coloca en una posición sumamente
exigente.
“20 y
ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que
ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se
entregó a la muerte por mí.” Gal 2,20
Esto es lo que
San Juan Bautista De La Salle quiso enseñar y transmitir a la segunda y tercera
generación de Hermanos. Es un privilegio ser tocado, ser elegido por Dios para
hablar en su nombre, para “revelar” su mensaje, su rostro. Para ello hay que
hacer consciencia y prepararse.
Matemáticas, ciencias
sociales, química, biología, etc. lo enseña muy bien cualquier persona que se
haya preparado académicamente para ello, pero “tocar los corazones” de los
estudiantes y enamorarlos de las matemáticas, de las ciencias sociales, de la
química o de la biología, solamente lo logra hacer aquel que reconoce que esa
es la excusa, el camino perfecto para descubrir el paso delicado de Dios por la
historia de la humanidad.
Todos los que
hemos optado por la profesión docente, debemos saber que tenemos un patrono, un
hombre que sin ser docente, dedicó parte de su vida a estudiar minuciosamente
el perfil del educador cristiano, y no se conformó con ello, sino que se dedicó
a formar a los docentes, a trabajar y vivir con ellos para darles las
herramientas necesarias para que fuesen los mejores de los mejores; este hombre
se llamó Juan Bautista De La Salle.
En diferentes
oportunidades algunos colegas me han preguntado: “¿cómo logras entrar a ese
salón de clases a trabajar si esos jóvenes son insoportables?” Con mucha pena
intento responder y lo primero que viene a mi mente es la respuesta que Yavé le
dio a Moisés cuando lo envía a conversar con el faraón:
10 “Moisés
dijo a Yavé: «Mira, Señor, que yo nunca he tenido facilidad para hablar, y no
me ha ido mejor desde que hablas a tu servidor: soy torpe de boca y de lengua.»
11 Le
respondió Yavé: «¿Quién ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace que uno hable y
otro no? 12 ¿Quién hace que uno vea y que el otro sea ciego o sordo? ¿No soy
yo, Yavé? 13 Anda ya, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que tienes que
decir.»
14 Pero
él insistió: «Por favor, Señor, ¿por qué no mandas a otro?» Esta vez Yavé se
enojó con Moisés y le dijo: «¿No tienes a tu hermano Aarón, el levita? Bien sé
yo que a él no le faltan las palabras. 15 Y precisamente ha salido de viaje en
busca tuya y, al verte, se alegrará mucho.
15 Tú le
hablarás y se lo enseñarás de memoria; 16 yo les enseñaré lo que tienen que
hacer, porque estaré en tu boca y en la suya. 17 Aarón hablará por ti igual que
un profeta habla por su Dios, y tú, con este bastón en la mano, harás
milagros.»
Moisés
vuelve a Egipto.” (Ex
4,10.15)
Ahí está la respuesta, ahí está
la diferencia entre profesión y vocación. No soy yo, es Él quien habla, quien
me toca, quien me envía y pone en mis labios palabras de vida para que ellos
escuchen, abran sus corazones y decidan ir en búsqueda de la verdad. Esto no es
magia, esto requiere de mucho esfuerzo, paciencia, preparación, ejercicios
espirituales, diálogo a solas con Dios y revisión constante de cada una de las
acciones a realizar.
¿Pones en manos de Dios la vida
de tus estudiantes?, ¿te preocupas por investigar quiénes son, qué hacen al
salir de la escuela o la universidad?, tratas de analizar y entender por qué
son así? ¿Les ofreces el perdón cuando se equivocan dándoles la oportunidad de
la rectificación?
Todo esto y mucho más es lo que
trabajamos en los encuentros con los docentes, con gusto recibo sus
comentarios, propuestas y reflexiones.
En el próximo escrito ahondaremos
en la tercera palabra de nuestro título, CREYENTE.
Viva Jesús en nuestros corazones…
por siempre.
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Gracias por participar en este espacio de formación.