¿Por qué mi profesor es tan
amargado?
Lamentablemente esta afirmación
la escuchamos todos los años escolares y es expresada por algunos de nuestros
estudiantes, y si nos ponemos en los zapatos de los niños o adolescentes, no
podríamos quitarle su grado de verdad. El colegio es un espacio de salvación,
es el lugar privilegiado en donde todos los autores que ahí hacen vida,
encuentren la oportunidad para ser felices.
Algunos educadores no han logrado
descubrir que el centro educativo donde trabajan puede convertirse en una gran
oportunidad para salvarse de todo aquello que les abruma, o les roba la paz y
la tranquilidad. Cuando el profesor es capaz de reconocer en cada grupo de
estudiantes elementos de su propia historia, podrá mirarlos con otros ojos,
siendo capaz, según afirma San Juan Bautista De La Salle, de tratarlos con la
exigencia de un padre pero con la ternura de una madre, reconociendo el sano
equilibrio entre exigencia y comprensión.
Si el educador ve en sus
estudiantes una amenaza al dominio de la disciplina, a la impenetrable barrera
de la autoridad, a su inalcanzable nivel de sabiduría, entonces será imposible
que borre de su rostro esa cara de amargura que rápidamente perciben los niños
y los jóvenes.
Compartiré una experiencia que
viví si mal no recuerdo, durante el año 2001, cuando era docente de 8vo grado,
lo que es igual, 2do año de bachillerato. Estábamos en el tiempo de uno de los
recesos de la mañana y yo estaba enfrentando una situación incómoda, muy
molesta, en realidad no recuerdo en detalles qué era, lo cierto es que terminó
el receso y me correspondía ir a dar clases, evidentemente iba cargado de
malestar; al llegar a la puerta del salón, un estudiante llamado César Barrios
observa que estoy molesto, me da la mano y me pregunta si estoy bravo, a lo que
le respondí que sí, inmediatamente con su espontaneidad adolescente y llena de
buenas intenciones me dice que si estoy molesto no tengo permiso para entrar al
salón de clases, que me tocaría quedarme afuera hasta que se me pasara el mal
humor. ¿Cuál creen ustedes que fue mi reacción? Me dio mucha risa, le di un
abrazo a César y me dispuse a disfrutar la clase. Ellos no tenían la culpa de
mi enojo, de los problemas que me tocaban enfrentar y por ende merecían de mí
lo mejor.
Ojalá existieran muchos César que
se atrevan a detectar el estado de ánimo de los profesores y tuvieran la
valentía de ayudarlos a reflexionar, a sonreír, a descubrir que es Dios quien
les ha puesto en el mismo camino para alcanzar la felicidad. Hoy en día César es
odontólogo, es mi ahijado de confirmación y me llena de inmensa alegría ver
cómo ha madurado y crecido, doy gracias a Dios por ponerlo en mi camino.
Quiero invitar a cada uno de los
jóvenes que estén leyendo este escrito a que se atrevan, que no tengan miedo de
tocar el corazón de aquellos profesores “amargados”, seguramente ese profesor
está deseando que alguien, sin importar su edad, le recuerde que en la escuela
todos tienen una nueva oportunidad para aprender, para ser felices y llegar
juntos al conocimiento de la verdad.
Ahora me dirijo a los profesores.
Hagan el esfuerzo de dejar por un instante fuera del aula todos aquellos
problemas que les agobian, que les impiden sonreír, hablar de la vida, de su
vida con los jóvenes, mostrarles el lado humano; estén seguros de que van a
descubrir mientras recorren ese camino, cuál es la verdadera autoridad, aquella
que se gana no por imposición sino por amor, por reconocimiento y valor, el
resto vendrá por añadidura. El profesor ama y respeta a sus estudiantes y ellos
amarán y respetarán a su maestro.
No hay profesores amargados sino
hombres y mujeres atravesando situaciones difíciles y no han encontrado la
oportunidad de ser comprendidos y amados.
Espero sus comentarios.
Viva Jesús en nuestros corazones…
por siempre.
He podido recordar tantas historias como estas... Pienso en que si no existiesen tantos "César" sería muy fácil pasar del adjetivo amargado a odiado. Sin duda, rescato que la escuela es espacio de salvación y lo es para todo aquel que hace vida en ella. Excelente publicación, un abrazo!
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