25 de noviembre de 2018

¿POR QUÉ MI PROFESOR ES TAN AMARGADO?


¿Por qué mi profesor es tan amargado?

Lamentablemente esta afirmación la escuchamos todos los años escolares y es expresada por algunos de nuestros estudiantes, y si nos ponemos en los zapatos de los niños o adolescentes, no podríamos quitarle su grado de verdad. El colegio es un espacio de salvación, es el lugar privilegiado en donde todos los autores que ahí hacen vida, encuentren la oportunidad para ser felices.

Algunos educadores no han logrado descubrir que el centro educativo donde trabajan puede convertirse en una gran oportunidad para salvarse de todo aquello que les abruma, o les roba la paz y la tranquilidad. Cuando el profesor es capaz de reconocer en cada grupo de estudiantes elementos de su propia historia, podrá mirarlos con otros ojos, siendo capaz, según afirma San Juan Bautista De La Salle, de tratarlos con la exigencia de un padre pero con la ternura de una madre, reconociendo el sano equilibrio entre exigencia y comprensión.

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Si el educador ve en sus estudiantes una amenaza al dominio de la disciplina, a la impenetrable barrera de la autoridad, a su inalcanzable nivel de sabiduría, entonces será imposible que borre de su rostro esa cara de amargura que rápidamente perciben los niños y los jóvenes.

Compartiré una experiencia que viví si mal no recuerdo, durante el año 2001, cuando era docente de 8vo grado, lo que es igual, 2do año de bachillerato. Estábamos en el tiempo de uno de los recesos de la mañana y yo estaba enfrentando una situación incómoda, muy molesta, en realidad no recuerdo en detalles qué era, lo cierto es que terminó el receso y me correspondía ir a dar clases, evidentemente iba cargado de malestar; al llegar a la puerta del salón, un estudiante llamado César Barrios observa que estoy molesto, me da la mano y me pregunta si estoy bravo, a lo que le respondí que sí, inmediatamente con su espontaneidad adolescente y llena de buenas intenciones me dice que si estoy molesto no tengo permiso para entrar al salón de clases, que me tocaría quedarme afuera hasta que se me pasara el mal humor. ¿Cuál creen ustedes que fue mi reacción? Me dio mucha risa, le di un abrazo a César y me dispuse a disfrutar la clase. Ellos no tenían la culpa de mi enojo, de los problemas que me tocaban enfrentar y por ende merecían de mí lo mejor.

Ojalá existieran muchos César que se atrevan a detectar el estado de ánimo de los profesores y tuvieran la valentía de ayudarlos a reflexionar, a sonreír, a descubrir que es Dios quien les ha puesto en el mismo camino para alcanzar la felicidad. Hoy en día César es odontólogo, es mi ahijado de confirmación y me llena de inmensa alegría ver cómo ha madurado y crecido, doy gracias a Dios por ponerlo en mi camino.

Resultado de imagen para felicidadQuiero invitar a cada uno de los jóvenes que estén leyendo este escrito a que se atrevan, que no tengan miedo de tocar el corazón de aquellos profesores “amargados”, seguramente ese profesor está deseando que alguien, sin importar su edad, le recuerde que en la escuela todos tienen una nueva oportunidad para aprender, para ser felices y llegar juntos al conocimiento de la verdad.

Ahora me dirijo a los profesores. Hagan el esfuerzo de dejar por un instante fuera del aula todos aquellos problemas que les agobian, que les impiden sonreír, hablar de la vida, de su vida con los jóvenes, mostrarles el lado humano; estén seguros de que van a descubrir mientras recorren ese camino, cuál es la verdadera autoridad, aquella que se gana no por imposición sino por amor, por reconocimiento y valor, el resto vendrá por añadidura. El profesor ama y respeta a sus estudiantes y ellos amarán y respetarán a su maestro.

No hay profesores amargados sino hombres y mujeres atravesando situaciones difíciles y no han encontrado la oportunidad de ser comprendidos y amados.

Espero sus comentarios.
Viva Jesús en nuestros corazones… por siempre.

1 comentario:

  1. He podido recordar tantas historias como estas... Pienso en que si no existiesen tantos "César" sería muy fácil pasar del adjetivo amargado a odiado. Sin duda, rescato que la escuela es espacio de salvación y lo es para todo aquel que hace vida en ella. Excelente publicación, un abrazo!

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