ESTO ES PARA TI, PAPÁ, MAMÁ,
EDUCADOR…
“Mamá mi amiguito Schmuel no es igual a nosotros, ¿es buena gente?”
Bruno es un niño de 9 años de
edad, el cual ha nacido en Alemania, educado bajo los fuertes y cerrados pensamientos
de un padre militar que ocupó altos rangos durante los años 1939 a 1945 (II
Guerra Mundial).
Schmuel niño de 08 años de edad,
el cual pertenece a una familia judía, educado bajo las enseñanzas de tal
religión la cual tiene como guía y enseñanza la Torá y una madre que es maestra
y que busca infundir los mejores valores en su hijo.
Cierto día paseando por el campo
Bruno se encuentra con Schmuel, dos almas nobles e inocentes comienzan a
colocar las bases de una gran amistad, se ríen, juegan, hablan de sus padres y
costumbres, reconocen las diferencias pero no se detienen. Cada día es una gran
oportunidad para ser felices, sus corazones no entienden de conflictos y
guerras, solamente saben que nacieron para amar.
El padre de Bruno trata duramente
a los familiares de Schmuel y los padres de este sucumben ante el odio y las
torturas.
Algunas frases que Bruno escucha
en su casa:
- · En realidad ellos no son personas de verdad.
- · Él está a cargo de un horrible lugar… Sólo es horrible para ellos Bruno, debemos estar muy orgullosos de nuestro padre.
- · Es un campo de trabajo, están ahí porque son enemigos.
Algo del diálogo entre Bruno y Schmuel:
- Tú eres mi mejor amigo – dijo – mi mejor amigo para toda la vida.
- Se supone que no debemos ser amigos, tenemos que ser enemigos, ¿lo sabías?
- No es justo, yo atrapado aquí solo, mientras tú estás allá, jugando con tus amigos todo el día.
- ¿Por qué no puedes estar afuera? ¿qué hiciste? Soy judío.
- -Mi madre es maestra en mi escuela y me enseñó alemán -explicó Shmuel-. Ella también habla francés. E italiano. E inglés. Es muy inteligente. Yo todavía no sé hablar francés ni italiano, pero ella dice que algún día me enseñará inglés porque quizá me convenga saberlo -Polonia -dijo Bruno, pensativo, sopesando aquella palabra con la lengua-. No es tan bonito como Alemania, ¿Verdad? Shmuel arrugó la frente. - ¿Por qué no? -preguntó.-Bueno, porque Alemania es el mejor país del mundo -respondió Bruno, recordando lo que había oído decir a su Padre y al Abuelo en muchas ocasiones-. Nosotros somos superiores.
Otras frases:
- La niñez se mide a través del sonido, olores y observaciones, antes de que aparezca la sombra oscura de la razón.
- Que uno contemple el cielo por la noche no lo convierte en astrónomo.
- ¿A quién se le ocurriría construir un sitio tan horrible?
Inspirado en el libro y la
película “El niño con el pijama a rayas”
Dos niños, ángeles de Dios en la
tierra, quieren enseñarnos que las fronteras (ideológicas, religiosas,
políticas, económicas, sociales, culturales, geográficas) las construimos los
seres humanos.
¿Por qué vemos como amenaza a
otra persona que viene de otro país, que habla diferente, que tiene distintas
costumbres alimenticias, incluso festivas?
¿Será un problema de educación,
de temor o inseguridad?
Que esta tragedia llamada II
Guerra Mundial la cual dejó tantas heridas y marcas en las mentes y corazones
no se repita nunca más. Digamos no a la xenofobia.
El que sale de su tierra huyendo
de un escenario de crisis no lo hace porque le place, todo lo contrario, es
imposible explicar lo que se siente en el corazón, lo que se deja, la historia
vivida y construida a base de esfuerzos y sacrificios.
Qué hermoso es encontrar personas
que te preguntan por tu nacionalidad y te abrazan, te acogen y te permiten
sentirte seguro en medio de tantas inseguridades y temores. Una sonrisa, una
mano tendida rompen fronteras, tocan un corazón que se convierte en un eterno
agradecido que eleva una plegaria al cielo.
Mamá, papá, educador, si estás
leyendo estas líneas es porque te interesa construir un mundo diferente, en el
que la paz y la hermandad sean normas inviolables, en donde todos somos
reconocidos, tenemos un nombre y un apellido en común como lo es “hijos de Dios”,
un mismo Padre que nos ha puesto en la tierra con la gran labor de amarnos unos
a otros y ayudar al “prójimo”, a ese que está a nuestro lado (próximo) muy
cerca, porque al final de nuestra vida por lo único que se nos va a evaluar es
en la cantidad de amor que hayamos ofrecido.
Personas malas existen en todos
lados, es lamentable y no lo podemos ocultar, la nacionalidad no protege a
nadie de las malas acciones (robar, violar, extorsionar, secuestrar,
mentir, etc). El mal existe al igual que existe Dios, es la constante lucha
entre construir o destruir. Nosotros en medio del manejo de nuestra libertad
decidimos a cuál grupo pertenecer. El mal hará todo el esfuerzo posible para
que te canses de ser bueno, para que dejes de creer en el perdón, para que
renuncies a tus convicciones; mientras que Dios estará trabajando día a día
para que reconozcas que tus esfuerzos por ser su imagen y semejanza no son en
vano, tu mayor recompensa es la libertad, es la bendición de Dios, es la
resurrección.
Siempre he dicho que por un
abogado que sea corrupto y mentiroso no quiere decir que todos los abogados
sean iguales, o por un médico que sea negligente no quiere decir que todos los
doctores sean así, o porque un cura abuse de un menor todos los curas son
iguales; todas esas generalizaciones son peligrosas, nacen del mal, no
provienen de una mente que desee construir, seamos equilibrados, responsables
en nuestras expresiones, sobre todo si hay menores de edad de por medio.
Si queremos un planeta diferente
tenemos que comenzar por educar de manera diferente a los niños de hoy. No
transmitamos a las nuevas generaciones nuestras heridas, rabias e
inseguridades; cada niño tiene derecho a recibir lo mejor para crecer y
educarse.
No infundamos en el corazón y en
el cerebro de los niños afirmaciones que sabemos no ser ciertas, como por ejemplo:
“nosotros somos superiores”; la superioridad no está en el manejo del dinero ni
en las armas, está en la capacidad de amar, de perdonar, de servir, de entrar
en diálogo con las otras culturas y hacer de ello una fuerza transformadora.
Vemos la segunda guerra mundial
tan lejos, incluso tan extraña a nuestra realidad presente que no reconocemos
el terrible peligro de estar reproduciendo escenas que se vivieron durante esos
años. El terrible peligro de repetir los desastres de la historia en el que nos
matamos unos a otros sin reconocer que somos HERMANOS, que por nuestras venas
corre la sangre del Dios de la vida, y a nuestros pulmones entra el oxígeno del
Dios de la paz.
Seamos ministros de Jesucristo,
sus fieles representantes, garantes de que el Reino de los Cielos se instale en
la tierra, en donde todos tenemos un puesto en la mesa.
Es mucho lo que tenemos que
trabajar internamente desde nuestra propia historia para sanar heridas,
liberarnos de pesadas cadenas y comenzar a ser los protagonistas de una nueva
historia. (Recomiendo leer el escrito titulado “Humano”)
No más xenofobia, no más odio,
que de nuestros labios y acciones solamente salgan piezas que construyan
fraternidad.
Espero sus comentarios…
Viva Jesús en nuestros corazones…
por siempre.
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