LA CLASE DE EDUCACIÓN RELIGIOSA (ERE) QUE HA ESTADO PENDIENTE
Este escrito nace luego de vivir la eucaristía del día
sábado 08 de septiembre, día en el que conmemoramos el nacimiento de la
Santísima Virgen María.
El día 07 fue mi cumpleaños, he querido dedicar tiempo a
leer cada mensaje que me ha llegado a través de las redes sociales y he tratado
de responder unas breves líneas a cada persona que gentilmente me envió un
saludo de feliz cumpleaños, ser agradecido es una de las acciones que
enriquecen el corazón y abren las puertas de la amistad, también me siento
limitado al no saber cómo llegarle a todos y darles un fuerte abrazo y tener la
oportunidad de volver a sentarnos a dialogar de la vida, de todo aquello que nos
tumba y levanta en medio del terrible cotidiano.
Este escrito está dedicado a cada uno de mis exalumnos.
Hace muchos meses atrás unos exalumnos me pedían que les
volviera a dar una clase de ERE, quedé gratamente sorprendido ya que eran
hombres y mujeres adultos, universitarios, llenos de nuevos compromisos y
realidades, cada uno luchando y tratando de desarrollar su itinerario personal.
Evidentemente estas líneas no logran generar los mismos sentimientos y
experiencias que se obtienen en una clase presencial, haré todo el esfuerzo de
tocar una vez más sus corazones y abrir sus conciencias. Como siempre lo hacía
y en silencio para que no se dieran cuenta, me ponía en la presencia de Dios y
le pedía que pusiera en mis labios las palabras adecuadas y que no sea yo el
que hable sino su Santo Espíritu.
Comencemos…
“Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la
selva virgen que se titulaba "Historias vividas", una magnífica
lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera. En el libro
se afirmaba: "La serpiente boa se traga su presa entera, sin masticarla.
Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses que dura su
digestión".
Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras
de la jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo.
Mi dibujo número 1 era de esta manera:
Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les
pregunté si mi dibujo les daba miedo.
—¿por qué habría de asustar un sombrero?
— me respondieron.
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba
una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la
serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre
estas personas tienen necesidad de explicaciones.
Mi dibujo número 2 era así:
Las personas mayores me aconsejaron abandonar el
dibujo de serpientes boas…”
Alguno de ustedes seguramente estará diciendo “Leo es
demasiado predecible” y te doy la razón, cómo no serlo si lo único que he hecho
durante todos estos años es amar cada una de las clases y experiencias vividas
con ustedes. Uno no olvida lo que ama.
Antoine de Sanint
Exupery y yo venimos viviendo lo mismo, lo afirmo por lo que él escribe su
maravillosa obra titulada “El Principito”. Cada vez me convenzo más de lo
complicadas que somos las personas mayores, tan fácil que es reír, hacer nuevos
amigos, viajar a otros planetas (entrar y dejar que entren en tu vida), dibujar
sonrisas, escuchar al otro sin juzgarlo y darle un abrazo que le recargue las
energías, tan sencillo que es ver más allá de los 4 dedos desenfocar por un
ratico y poder decir 8 (La película Patch Adams de Robin Williams), tan
sencillo que es ver un elefante con una boa adentro y seguirle la corriente al
niño que con mucho esmero dibujó lo que en su imaginación se construía.
Si hoy te encuentras fuera de Venezuela y has estado
enfrentando situaciones muy difíciles y tristes, te invito a no rendirte, a
seguir adelante, a continuar la lucha por tus sueños, el autor del Principito
no se rindió, siguió adelante, no abandonó del todo su deseo de dibujar, de
hacer aquello que su corazón le indicaba aunque todo el mundo se pusiera en su
contra o algunos le tratasen de loco.
“Viví así, solo, nadie con quien poder hablar
verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve
una avería en el desierto de Sahara. Algo se había
estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero alguno,
me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil. Era para mí una cuestión
de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días.
La primera noche me dormí sobre la arena, a unas
mil millas de distancia del lugar habitado más
próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una
balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me
despertó una extraña vocecita que decía:
— ¡Por favor... píntame un cordero!
—¿Eh?
—¡Píntame un cordero!
Me puse en pie de un salto como herido por el rayo.
Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que
me miraba gravemente. Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de
él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo.
Pero no es
mía la culpa. Las personas mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la
edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y
boas abiertas.
Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos
de admiración. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de
distancia del lugar habitado más próximo. Y ahora bien, el muchachito no me
parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No
tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas
de distancia del lugar habitado más próximo.
Cuando logré, por fin, articular palabra, le dije:
— Pero... ¿qué haces tú por aquí?
Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy
importante:
—¡Por favor... píntame un cordero!
Cuando el misterio es demasiado impresionante, es
imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de
distancia de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo
una hoja de papel y una pluma fuente. Recordé que yo había estudiado
especialmente geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al muchachito
(ya un poco malhumorado), que no sabía dibujar.
—¡No importa
—me respondió
—, píntame un cordero!
Como nunca había dibujado un cordero, rehíce para
él uno de los dos únicos dibujos que yo era
capaz de realizar: el de la serpiente boa cerrada.
Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito:
— ¡No, no! Yo no quiero un elefante en una
serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante
ocupa mucho sitio. En mi planeta es todo muy
pequeño. Necesito un cordero. Píntame un cordero.”
¿Te sientes solo como el piloto
en medio del desierto?
¿Sin nadie con quien hablar verdaderamente? Abre bien
los ojos, no te distraigas, es posible que un Principito esté tratando de ser
tu amigo, de pedirte que hagas algo que dices no saber hacer y él en medio de
su inocencia te ponga al límite, exigiendo de ti lo que sí puedes dar y hasta
ahora no sabías.
¿No sabes dibujar? Sigue adelante,
raya y borra las veces que sea necesario. Todos los que hemos tomado la
decisión de salir de nuestra patria amada hemos aprendido a hacer cosas que
nunca nos imaginamos que haríamos, nos hemos convertido en expertos superando
dificultades y ganándonos un puesto en la sociedad. Tú estudiaste en un colegio
La Salle y como dice Juan Bautista De La Salle en la película que seguramente
alguno vio cuando era niño: “La Salle y cobardía no casan”. Así es, somos
herederos de un hombre que se puso los pantalones bien puestos y fundó LA
SOCIEDAD DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS, ese fue el nombre
original, y estos hombres llamados Hermanos, no se quedaron de brazos cruzados
y se lanzaron por el mundo, dejando su casa, familiares y comodidades para
fundar escuelas en más de 80 países. Tú y yo somos herederos de esta gran
familia, llevamos en nuestro corazón las fuerzas y valentía de todo lasallista,
hace más de 300 años empezó esta hermosa historia y aunque parezca mentira tú
eres parte importante de ella.
A los que aún siguen en
Venezuela, les digo lo mismo, nada de miedos y cobardía, están enfrentando una
lucha tan o más dura que los que están por fuera, no entremos en comparaciones.
Lo cierto es que todos somos hermanos, con un padre fundador que nos une y nos ha
traído desde nuestros hogares a amar ese apellido que nos levanta el orgullo y
exige ser cada día mejores cristianos, sirviendo siempre a los demás y
renovando día a día la fe que sostiene nuestras vidas. En pocas palabras, les
estoy hablando de la fe, la fraternidad y el servicio.
Donde hay un lasallista tienes a
un hermano. Ojalá esa frase la hagamos vida entre todos, no nos pongamos en la
actitud del adulto que no logra ver a la boa y se queda mirando un sombrero. Que
en tu corazón, en tus intenciones primarias siempre esté el deseo de servir, de
dar la mano, de perdonar, de escuchar. Los años pasan y lo único que no
logramos recuperar son los minutos consumidos.
“Cuando el misterio es demasiado
impresionante es imposible desobedecer”. ¿Cuál era la orden que le estaba dando
el principito al piloto? Dibujar un cordero, sí dibujar, algo sencillo y
complejo a la vez, pero que le permitió a los dos convertirse en grandes
amigos, el niño logra que ese adulto baje, se agache, deje de lado todas las
barreras que no le permiten dejarse tocar el corazón. Un cordero es la excusa para
dar inicio a una nueva y arriesgada aventura, saliendo de nuestra zona de confort,
seguridad.
Cambiemos de tema. ¿Te recuerdas de
nuestra primera clase?
¿Dónde acostumbrabas sentarte?
¿Quién o quiénes eran tus mejores
amigos/as?
¿Les has vuelto a escribir?
Personalmente me estoy riendo al
recordar ese primer día de clases, yo me preparaba muchísimo, pensaba cada
palabra, cada acción, la ropa que me pondría, hasta el perfume… jajajaja Ese
primer día yo estaba lleno de temor, luchaba para que no se me notara y poder
reflejar seguridad y mucha seriedad (qué teatro) jajajajaja Para mí era muy
importante poder tocar los corazones en ese primer día, generar inquietud,
interés, incluso dudas, en algún caso incomodidad.
En estos momentos pasan por mi
mente tantos rostros y nombres. Menciono especialmente los colegios La Salle
Tienda Honda, La Salle La Colina y Pre Artesanal Hermano Juan, gracias por ser quienes me formaron y enseñaron a amar el
mundo educativo. Qué reto tan difícil y exigente.
“¿Quién dijo que volver a empezar
es fracasar?
Volver a empezar es volver a
soñar, es volver a vivir. Y cuantas veces sea necesario, usted siga
insistiendo. No acepte, no permita, ni se resigne a pasar por esta vida sin
intentar ser feliz.”
Para cada uno de ustedes mis
oraciones, el amor que siento hacia Jesucristo y su madre María, es lo mejor
que puedo obsequiarles, ellos son mi columna y fortaleza.
Esta clase no termina acá, continuará, pueden salir al receso... jajajaja
Viva Jesús en nuestros corazones…
por siempre.
Espero sus comentarios.
Asi como usted, hermano, recuerda con júbilo sus clases y tantos nombres de quienes hemos tenido la dicha de tenerlo como docente en alguna casa De La Salle, le comento que, en efecto, recuerdo yo también las conexiones que allí pude construir con mis compañeros de clase y los que hoy por hoy son mis verdaderos amigos a lo largo de tantos años (estuve en La Colina desde prescolar con los mismos individuos). No me voy a extender mucho, todo lo que le pueda decir lo hemos resumido en un abrazo fraternal aquél dia en Maiquetía, ¿recuerda? Que felicidad y que orgullo tenía de que me vieras uniformado, feliz. Jamás olvidaré el salón de clases, el patio (cualquiera que fuese el grado, edificio o actividad) y la siempre memorable iglesia, donde tantas cosas se vivieron; de resaltar - solo para mi particular emoción - el grupo musical, que me permitió dar pie al amor por la música y demás artes.
ResponderEliminarSon infinitas las vivencias y los aprendizajes hermano, y creo que hablo por la promoción entera cuando le digo que, no importa si es en vivo, a través de alguna red social o algún chat, hablar con un Lasallista se ha sentido y se sentirá siempre como hablar con la familia propia.
Un fuerte abrazo y saludos desde Panamá y conexiones (risas).
"San Juan Bautista de la Salle..."
"Viva Jesús en nuestros corazones..."
Gracias por sus enseñanzas y compañía a lo largo de ni etapa educativa en mi casa, La Salle.
Doy gracias a Dios por permitirme ser testigo de tu formación y crecimiento, me llena de alegría poder leerle y saber que este escrito ha tocado tu corazón.
EliminarGracias por tus líneas y por compartir con todos los lectores tu experiencia dentro de La Salle.
Que Dios siga presente en cada acción que emprendes.
Feliz y bendecido vuelo, andas como el Principito, viajando de planeta en planeta.
Dios te bendiga.