¿Será que me engañaron?
Desde muy
pequeños nos han enseñado diferentes prácticas y dogmas sobre la religión a la
que pertenecemos, algunas de estas enseñanzas nos han servido para avanzar en
nuestro crecimiento humano como niños y preadolescentes, pero llegada la
adolescencia comienzan a aparecer nuevas ideas, preguntas y muchas inquietudes, en especial sobre todo aquello que hasta el momento parecía intocable.
Algunas de
las inquietudes que pueden estar surgiendo son:
Si Dios es
tan bueno como dicen, ¿por qué permite que pasen cosas malas?
Si Dios es
el todo poderoso, ¿por qué no elimina a los malos y deja solamente a los
buenos?
¿Por qué
Dios no evita los desastres naturales?
¿Cómo Dios
permite que vengan al mundo tantos niños a sufrir?
¿Será que
me engañaron?
Las
preguntas seguramente son muchas más y cada una va naciendo junto a otros
argumentos desde la experiencia “personal” que cada uno ha tenido a nivel
religioso.
Los extremos no suelen ser buenos y es muy importante que los
adultos nos detengamos a analizar ¿cómo hemos educado en la fe a los niños? Ya
que esto trae consigo consecuencias buenas o no tan buenas.
Una crianza
en la fe basada en ritos, prácticas incomprendidas y sustentadas en el temor a
Dios más que en el amor de Dios no generan buenos resultados.
Cumplir con
los mandamientos y practicar los sacramentos porque la Iglesia lo manda y de lo
contrario estoy pecando, podría generar en algún caso, sentimientos de rabia,
dolor o molestia.
Pertenecer
a una religión porque mis padres pertenecen no es un razonamiento lógico. Una
educación religiosa familiar basada en el diálogo, el estudio, análisis, el
conocimiento de las causas y la construcción de argumentos sólidos permite a
cada uno de los integrantes sentirse tratado como protagonista y
corresponsable, ejerciendo su ser imagen y semejanza de Dios.
¿Qué debemos hacer con tantas preguntas y dudas hacia Dios y la religión?
Lo primero
es identificar cuál ha sido la educación religiosa recibida. Seguidamente amar
esa historia personal, reconocer que todo lo recibido ha sido dado con la mejor de las intenciones, especialmente por parte de los padres. Es importante iniciar un
proceso de clarificación de dudas, búsqueda de argumentos, desde una postura
razonable, no impulsada por la rebeldía o la cerrazón.
La fe es un
don, un obsequio que Dios me da y que yo recibo para cultivarla o dejarla
morir. Lo cierto es que posee tanta fragilidad que merece ser atendida y
alimentada todos los días. No siempre conseguiremos respuestas razonables a
todas nuestras preguntas, pretender conocerlo todo y dominar todo sería un acto de ingenuidad. No olvidemos que somos hombres y mujeres limitados, no dioses.
También es
importante identificar qué es lo que cada uno está viviendo en estos momentos, qué origina tantas dudas. Dios no nos ha olvidado, ni ha renunciado al amor y misericordia
que siente por nosotros. Si renunciara a eso dejaría de ser Dios.
"En la marcha
hacia la verdad, la ira, el egoísmo, el rencor, etc.... deben quedar de lado,
pues de otro modo sería imposible alcanzar la verdad. Un hombre a merced de sus
pasiones puede tener muchas buenas intenciones, puede tener palabras verídicas,
pero jamás descubrirá la verdad. Una búsqueda exitosa de la verdad exige
liberarse por completo del tropel de dualidades tipo amor u odio, felicidad o
desdicha."
Mahatma
Gandhi
Reflexión
final:
¿Cuál es el
camino que deberíamos emprender para ir encontrando las respuestas a tantas
preguntas sobre Dios y su presencia en nuestras vidas?
¿Qué debe
hacer una persona para aumentar su fe evitando que sea debilitada?
Espero sus comentarios.
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