Seguramente has leído el título
de este escrito y te has sentido plenamente identificado. Tú y yo rápidamente
nos hacemos la pregunta ¿dónde queda esa escuela?, deseo y sueño con meter a
mis hijos a estudiar en una de ellas.
¿Es posible contar con un centro
educativo que ayude a todos los que hacen vida en él a vivir bien? Me atrevo a
decir que sí.
Todo colegio por muy pequeño que
sea es un modelo de comunidad en el que se reúnen todos los días personas que poseen diferentes hogares, edades y costumbres. Si
partimos del reconocimiento del otro como parte importante nuestra vida, ya que
ha llegado para enseñarnos algo, para ayudarnos, incluso para exigirnos. Todo
eso al final de la historia es para bien, para ser mejores personas.
Tanto dinero y tiempo que
invertimos en aplicar modelos de excelencia y calidad empresariales, que en
ocasiones dejan de lado lo humano, lo no visible o evaluable. Me refiero a los
sentimientos, historias personales, sueños, ilusiones o el deseo de vivir
bien. No debemos conformarnos o creer que la tarea está culminada porque las
paredes del colegio están bonitas, los pupitres son nuevos, encontramos
letreros o habladores en diferentes idiomas, los pisos brillan, el organigrama
está colocado en un lugar visible junto a las normas de convivencia; todo eso
nos ayudará a obtener 3, 4 o 5 estrellas, pero
¿qué sucede con ese joven que no le encuentra sentido a la vida?, ¿con
ese papá que quedó desempleado y nadie le escucha o comprende sino que le
exigen pagar la mensualidad o su hijo quedará suspendido?, o ¿aquel niño que no
desea ir a la escuela porque está cansado de que sus compañeros se burlen de él
y la maestra ni se entera? ¿Será que esos modelos de excelencia y calidad
ofrecen instrumentos de evaluación que nos permitan reconocer y dar respuestas
efectivas a estas realidades escolares?
Voy a compartir con ustedes una cita
del libro “Que la escuela vaya bien” (1) en donde se nos ayuda a reflexionar sobre la construcción de
un “currículum para vivir bien”.
Tres pasos:
- Escuchar la cultura
- Definir la intencionalidad pedagógico-político-pastoral del acto educativo
- Diseñar la propuesta curricular, en clave liberadora y cristiana
1) Escuchar
la cultura:
“Cultura es el modo en que un
grupo social configura, entiende, vive, reproduce y transforma las dinámicas
sociales, artísticas, políticas y económicas. Es el modo en que las personas
configuran la cotidianeidad de sus existencias.”
“Hay que empezar por oír todo
lo que acontece en la vida de los estudiantes, de sus familias y sus barrios,
de las organizaciones e instituciones circundantes, de los hombres y mujeres de
este tiempo, pero identificando distintos niveles de escucha.”
No se nos está hablando de
chismes o cuentos, de historias o leyendas. La invitación es a realizar un
trabajo serio de conocimiento, identificando los sujetos y el sentir más
profundo del pueblo, que pueda ayudarnos a construir el currículum desde esa
realidad pero fortaleciendo cada experiencia educativa, con unos objetivos
claros. Considerando este dato, estamos reconociendo al currículum como el
diseño de procesos de construcción de aprendizajes y de experiencias, tal y
como nos lo señala la Pastoral Educativa, es el encuentro entre fe, cultura y
vida, entrelazadas y fortalecidas, en donde cada integrante de la comunidad escolar
se siente tomado en cuenta, reflejado en la fotografía comunitaria.
Al abordar este aspecto,
estaríamos trabajando en el reconocimiento de todos esos asuntos que oprimen o
deshumanizan a la sociedad. Es reconocer y darle nombre a cada una de esas
acciones que no permiten que la escuela nos ayude a vivir bien, y de esta
manera construimos un currículum liberador, constructor de oportunidades.
2) Definir la intencionalidad
pedagógico-político-pastoral del acto educativo:
“…una vez escuchada la cultura, es necesario definir cuál
es la intencionalidad de los procesos que vamos a animar. Es el trabajo de
transformación de las representaciones sociales opresoras el eje alrededor del
cual cada educador debe poder organizar, jerarquizar, presentar y articular
todo el diseño curricular oficial y todo otro contenido escolar. En
consecuencia, la primera pregunta no es tanto qué contenidos tengo que enseñar,
sino para qué nuevo hombre y para qué nueva mujer y para cuál nueva cultura
debemos enseñar lo que tenemos, queremos y podemos enseñar. Desde esta clave,
todo proceso de construcción significativa de conocimiento, humaniza, empodera,
dignifica, engrandece, evangeliza.”
En este apartado queremos invitar a cada uno de los educadores a pensar en el impacto que está aportando para la vida de cada estudiante los contenidos y las estrategias utilizadas. Ojalá no sean contenidos que solamente sirven para la vida escolar, para la presentación de un examen o para el día que toca exponerlos. Una cosa es “conocimiento escolar” y otra “conocimiento escolarizado”.
La intención del acto educativo debe ser para la vida de
cada uno de los integrantes de dicha comunidad escolar. El conocimiento escolar
resulta útil para la vida, el conocimiento escolarizado no ayuda de mucho
cuando se sale de la escuela.
“El currículum, en esta
clave, tiene que ser un conjunto de saberes que permitan nombrar y analizar las
representaciones sociales desde el Evangelio, siendo éste explícito o no. Si
las representaciones sociales son el punto de partida para el diseño de nuevas
experiencias educativas liberadoras y evangélicas, sólo pueden serlo en la
medida que haya conocimiento puesto al servicio de este develamiento y de la
construcción de nuevas representaciones de la realidad. Este ejercicio de mirar
y analizar el mundo, vivir y nombrar nuevas experiencias, va a dar lugar a
soñar y hacer posibles nuevos mundos, organizar y planear nuevas prácticas.”
3) Diseñar la propuesta:
"Una comunidad educadora, que
vive la construcción de currículum como procesos de escucha a la cultura, de
definición de la intencionalidad política y religiosa para con el mundo, de
diseño de su propuesta como propuesta de salvación misma de Jesucristo, es una
comunidad que ingresa enla economía de salvación, en
el plan de Dios, tal como lo propone Juan Bautista de La Salle en sus Meditaciones para el Tiempo de
Retiro. Es
una comunidad con un alto componente utópico, profético, esperanzador y amoroso
de lo humano. “Sólo educa el que está enamorado de lo humano”, dice Sabater. Es
una comunidad que reconoce que tiene una responsabilidad histórica con su
generación y con las generaciones venideras. Sabe que lo que está en juego es
la vida y, por sobre todo, la vida de los pequeños, de los pobres, de las
víctimas, de los excluidos, y junto a ellos la vida de todos.”
Es muy importante dialogar,
escuchar a los más pequeños, ya nos lo recomendaba San Benito al momento de
redactar la Regla para los monjes en su capítulo 3 “El Consejo”:
“ 1 Siempre que se hayan de tratar asuntos importantes en el
monasterio convoque el abad a toda la comunidad y exponga él mismo de qué se
trata. 2 Una vez oído el consejo de los hermanos, reflexione a
solas y haga lo que juzgue ser más conveniente. 3 Hemos dicho que se
llame a todos a consejo porque con frecuencia el Señor revela lo mejor al más
joven.”
En ese diálogo cultural y
definición de la intencionalidad se procede a plasmar la propuesta necesaria para
que la escuela nos ayude a vivir bien, a salir adelante alcanzando los sueños y
las metas que hagan de la comunidad un espacio de salvación. Toda la dinámica
escolar estará enfocada en lo humano, en la persona, de esta manera el resto
que se refiere a normas, pinturas y mantenimiento de la infraestructura, se irá
dando como consecuencia de lo anterior, sin atropellar, por el contrario, incluyendo cada una de las
realidades.
“Lo que no se asume, no se
educa, no se evangeliza, no se redime. Debemos poder decir con San Ireneo, que
mientras no nos dejemos impactar, abordar, interpelar por los otros y las
otras, por la sociedad que vivimos, por sus reclamos, necesidades y
potencialidades, no podremos llevar adelante actos educativos en clave
cristiana que sean significativos para la vida del otro. Pero, para esto, hace
falta de un educador/educadora que sea sabio, que viva en una actitud “de ojos
abiertos”, de construcción de síntesis permanente de su vida y con conciencia
reflexiva crítica sobre su mirada, su postura, su conocimiento y su
espiritualidad; sobre lo que quiere transmitir y testimoniar.”
Sigamos adelante en nuestro
caminar apasionado por hacer de la escuela un espacio que nos ayude a vivir
bien.
Espero sus comentarios.
Viva Jesús en nuestros
corazones… por siempre.
- ( GIL Pedro María, MUÑOZ Diego; Que la escuela siempre vaya bien. Aproximación al modelo pedagógico lasaliano. Roma; 2013, pp 317-326.
Hermano, estoy de acuerdo con usted, y soy creyente de que si podemos tener centros educativos donde todos los que hacemos vida en el podemos estar bien, es más, particularmente pienso que tenemos el deber de estar bien y así poder animar al otro ya que nadie da, lo que no posee, si yo no estoy bien como ayudo al otro. Por otra parte para poder tocar los corazones debemos tomar en cuenta todos los aspectos de la vida de nuestros estudiantes y nuestros compañeros. Fui llamada a un servicio y eso es lo que tengo y lo que poseo, yo soy feliz con eso y que bueno que a través de ese servicio puedo ayudar a otros a desarrollarse humanamente a encontrar su felicidad a realizarse como personas conscientes responsables de si mismas..Me encanto este artículo, agradecida con usted por permitirme reflexionar sobre el tema. Estoy enamorada de lo humano,entonces Educo.
ResponderEliminarNeulys muchísimas gracias por tus palabras y en especial me llena de alegría saber que estás convencidad de la hermosa labor que tienes en tus manos, educar para vivir bien, para ser felices, para transformar vidas. Gracias ti por leerme y saber lo que piensas. Dios te bendiga.
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