Historia de fe
Si cada persona tuviera la oportunidad de
analizar con calma su historia de fe, seguramente tendríamos más respuestas y
menos dudas o conflictos con Dios.
Las prácticas religiosas que hemos realizado
desde niños han sido aprendidas, transmitidas por nuestros padres, abuelos,
tíos e incluso por la escuela. Entonces podemos comenzar por analizar que no
todo el mundo posee la misma experiencia religiosa ya que cada familia
transmite a sus niños lo que considera importante, valioso y necesario, todo
esto desde lo que cada uno ha logrado comprender.
Tratemos de ser más claros en la explicación.
Si una abuelita cree que Dios es fuerte y castiga, entonces transmitirá esa
enseñanza a sus nietos, desde niños le tendrán miedo a Dios y lo verán como un
juez que les observa y juzga poniendo sanciones a cada error cometido. Esos
nietos dejarán de ser niños y pasarán a la adolescencia, etapa en la que la voz
de los adultos suele sonar un poco molesta, no tiene tanta influencia, y en
nombre de la mal entendida “libertad” algunos jóvenes dejan a un lado todas
esas enseñanzas queriendo “construir” algo nuevo que se adapte más a sus
actuales intereses y gustos. Entonces en algunos casos comienza una rebeldía
contra Dios porque es malo, juez injusto, etc. El que menos tiene la culpa en
todo este proceso de educación en la fe (Dios), es el que resulta pagando las
consecuencias.
Otro ejemplo a considerar en nuestro análisis.
Desde muy pequeños nos hablaron de la Navidad
como un momento en el que el niño Dios le trae regalos a los niños que durante
el año se portaron bien. Para nuestra sorpresa, eso sucedía, la noche del 24
para el 25 de diciembre estábamos emocionados esperando que de todo lo escrito
en nuestra carta llegara mágicamente y apareciera al pie del árbol de
navidad o del pesebre. Ese gesto que parece tan inocente deja una marca en nuestro
imaginario hacia Dios. Si de niños nos ha cumplido con la mayoría de los deseos
pedidos, ¿por qué de adolescentes o adultos no pasa lo mismo?, ¿será que me porté
muy mal o que él no es tan bueno como me decían?, ninguna de las opciones
anteriores es correcta, no te portaste mal y mucho menos Dios ha dejado de ser
bueno, cada caso hay que analizarlo con delicadeza y madurez, no debemos
aplicar una sola respuesta a todas las realidades, eso sería irresponsable de
nuestra parte.
Lamentablemente una bomba hace más ruido que
miles de caricias que se ofrecen en el mundo. Los seres humanos escuchamos más
el escándalo que produce el mal que los gestos discretos y tiernos de Dios.
La fe es uno de los tesoros que poseemos, es muy frágil, debe ser cultivada y protegida con muchísimo cuidado, ya que
constantemente está siendo atacada y en diversas oportunidades ni nos enteramos
del daño que va sufriendo como consecuencia de nuestro descuido.
Leamos el siguiente cuento:
Sin parpadear
Durante una guerra civil en Corea, cierto
general avanzaba implacablemente con sus tropas, tomando provincia tras
provincia, y destruyendo todo lo que encontraba a su paso. El pueblo de una ciudad,
al saber que el general se aproximaba y habiendo oído historias de su crueldad
huyó a una montaña cercana.
Las tropas encontraron las casas vacías.
Después de mucho buscar, descubrieron a un monje zen que había permanecido en
el lugar. El general ordenó que viniese ante su presencia, pero el monje no
obedeció.
Furioso, el general fue donde se encontraba el
monje.
-¡Tú no debes de saber quién soy yo! -rugió-.
¡Yo soy quien puede atravesar tu pecho con mi espada, sin parpadear siquiera!
El maestro zen se volvió hacia él y le
respondió serenamente:
-Usted tampoco debe de saber quién soy yo. Yo
soy aquel que puede ser atravesado por una espada, sin parpadear siquiera.
Al escuchar esto, el general se inclinó, hizo
una reverencia, y se retiró.
Paulo Coelho
Análisis:
¿Con quién
podemos comparar al general que iba atacando a las personas y destruyendo todo
rasgo de fe que encontraba a su paso?
¿A quién se
parece la gente de ese pueblo que al escuchar lo malo que era ese general salió
huyendo a una montaña cercana?, personas sin fe, frágiles, sin armas o
estrategias para defenderse.
Los soldados encontraron
las casas vacías, sin fe, sin nada ni nadie, el único que permaneció firme fue el monje.
¿A quién se
parece el monje zen, cuáles son sus características?, ¿dónde estaba depositada
su fuerza?