La dieta del profesor
Comencemos por definir el
concepto “dieta”:
“Una dieta es el conjunto de las
sustancias alimenticias que componen el comportamiento nutricional de los seres
vivos. El concepto proviene del griego díaita que significa “modo de vida”. La
dieta, por lo tanto, resulta un hábito y constituye una forma de vivir. En
ocasiones, el término suele ser utilizado para referirse a los regímenes
especiales para bajar de peso o para combatir ciertas enfermedades, aunque
estos casos representan modificaciones de la dieta y no la dieta en sí misma.”
Pérez
Porto Julián https://definicion.de/diesta/
Dejándonos iluminar por la
definición que ofrece Julián Pérez tenemos argumentos de sobra para reflexionar
la “díaita” de un profesor.
Lo correcto sería que un educador
viva feliz y celosamente su vocación, que cada una de las experiencias que
logra sumar le permitan tener salud espiritual, emocional, intelectual, económica,
profesional, social, etc.
“Las sustancias alimenticias” que
consume un educador deben llevarlo a tener calidad de vida; algunos alimentos
que no debería descuidar:
- La relación con sus estudiantes debe ser enriquecedora, cercana, respetuosa, fraterna. No tengamos miedo a perder la autoridad o el manejo de la disciplina porque dimos el paso hacia la humanidad, el acercamiento sin tarimas o escritorios que impidan construir una conexión entre la fe, ciencia, cultura y vida.
- Consumir alimentos “teóricos” recién cocinados, frescos. Un docente que no está en constante actualización y lectura, corre el riesgo de irse alejando de sus estudiantes en el pensamiento, el discurso y el actuar, perdiendo espacios y oportunidades de inclusión y aceptación, ya que cada hora que pasa algo nuevo está llegando a la sociedad.
- Todo profesor necesita alimentar su espíritu. Entrar en relación todos los días con un mínimo de 38 vidas diferentes, seres humanos llenos de historias, algunas de ellas bastante complejas, requiere de parte del educador una fortaleza espiritual que le permita asumir el rol del que escucha, comprende, analiza, aconseja y sostiene.
- Tiempos de ocio y esparcimiento. Todo ser humano necesita tener espacios en los que realice actividades diferentes a las laborales y que le permitan despejar la mente y descansar el cuerpo. Eso es salud.
- Respetar los lugares y los horarios. El cuerpo sufre cuando hay desorden, entonces, tener rutinas es saludable cuando se construyen pensando en las consecuencias. El exceso de trabajo va generando desgaste y trastornos físicos y emocionales, todo esto se reflejará en el aula al momento de trabajar con los estudiantes.
- La buena presentación personal. Además de ser un elemento educativo para los estudiantes, es un reflejo de la salud emocional del educador. Un profesor bien peinado, que porta ropa limpia, planchada, con buen olor, está reflejando un respeto por su persona y hacia el resto de la comunidad escolar. Fácilmente reconocemos que un educador no está bien cuando su manera de caminar, de vestirse y expresarse reflejan descuido o desmotivación.
- Participar de aquellas actividades escolares que son diferentes a las que le corresponden por contrato de trabajo. Salir del escenario de seguridad, de las rutinas y darse la oportunidad de descubrirse en otros escenarios alimenta los compromisos, la identidad institucional, el reconocimiento como comunidad.
- Valoración y orgullo por ser educador. Tener la oportunidad de tocar los corazones de otros seres humanos, salvar vidas y mostrar un camino para el éxito profesional y vocacional es un privilegio. Nosotros somos los primeros que tenemos que reconocer la importancia de este servicio para todas las sociedades. Un poquito de amor propio le da buen sabor a la vida.
Retomando la definición del
concepto dieta que colocamos al inicio de este escrito, es importante rescatar
aquello que dice “para bajar de peso o para combatir ciertas enfermedades”.
¿Qué alimentos provocan en un docente sobrepeso?
- Creer que es el único y el dueño del saber. Él evalúa y decide qué calificación colocar. Tiene poder.
- Montarse en un pedestal, lejano, creyendo que está por encima.
- Encerrarse en sus libros e investigaciones, ignorando los cambios y la velocidad de las comunicaciones.
- Prácticas espirituales egoístas, solitarias, distantes, que no tienen que ver con un Dios que “huele a oveja”.
- Una expresión corporal imponente, intimidante o descuidada, sin ánimo.
- Falta de creatividad, innovación.
Recordemos que las enfermedades
deben ser estudiadas a profundidad, no se debería dar un diagnóstico sin tener
a mano los exámenes correspondientes. Detrás de cada profesional hay un pasado
o incluso un presente que en la mayoría de los casos desconocemos, pudiendo ser
el detonante de algún malestar que se refleja en la acción profesional.
Quisiera culminar este escrito
compartiendo una experiencia vivida años atrás cuando estaba estudiando en la
universidad, evitaré dar nombres de personas por respeto a cada una de ellas.
En un momento de la carrera nos
comenzó a dar clases una profesora que por nuestra parte fue definida como
“amargada, insoportable y de paso aburrida”. Con ella no se podía dialogar, atreverse
a pensar diferente era un terrible riesgo, en sus evaluaciones estaba prohibido
escribir otras palabras que no fueran las que ella dictó en clase. Si ella
descubría cuál era el punto débil de un estudiante ahí se afincaría, sobre todo
en los exámenes parciales. Consideraba a los estudiantes como inferiores,
ignorantes, utilizando el término “bachilleres” como algo despectivo.
Evidentemente esta profesora no
estaba bien, alguna “enfermedad” padecía. El grupo de estudiantes sentíamos
miedo, rabia, malestar, nadie quería asistir a esa clase. Un día le expresé a
mis compañeros que esa señora no estaba bien, que algo le había marcado
negativamente su vida por lo cual actuaba de esa manera. Comenzamos a
investigar ya que estábamos de acuerdo en que eso no era normal.
Logramos identificar cuál era el
problema de amargura y sufrimiento de la profesora, un problema familiar
terrible que aún estaba a flor de piel, su esposo se había quitado la vida en
su residencia, dejando dos niñas pequeñas como testigos de ese acontecimiento
tan desgarrador.
Asumir el futuro inmediato con
ese morral tan pesado no es fácil, ir a dar clases con el corazón destrozado y
la cabeza llena de preguntas y temores es muy complicado. No pretendo
justificar, solamente trato de ser humano, coherente con mis creencias y
opciones de vida.
El grupo de estudiantes comenzó a
mirar a la profesora con otros ojos y seguidamente a implementar ciertas
estrategias que abrieran nuevas puertas, apostando por el diálogo, las risas,
el compartir, la calidad educativa y sobre todo el afecto. Al culminar la
carrera decidimos tomarnos una foto junto a esa profesora la cual guardamos con
cariño.
Queridos profesores Dios nos ha
escogido para ser ángeles custodios, ministros de Jesucristo, tarea nada fácil
pero hermosa y gratificante. Hagamos una buena dieta, por nuestra salud y la de
cada uno de nuestros estudiantes.
Quedo atento a sus inquietudes y
comentarios.
Viva Jesús en nuestros corazones…
por siempre.