1 de julio de 2019

¿POR QUÉ DIOS ES TAN MALO?


¿Por qué Dios es tan malo?
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Cuando salimos a las calles y observamos con calma la realidad que se encuentra en muchas esquinas, podríamos afirmar que Dios es malo, mejor dicho, Dios es malísimo, es un padre que no ama, sino que odia a sus hijos.

Resultado de imagen para Dios maloVer a niños o jóvenes pidiendo limosnas, mujeres embarazadas o con un niño en los brazos viviendo en las calles, jóvenes drogándose, enterarnos de personas que han decidido suicidarse, restaurantes que botan comida mientras miles pasan hambre, templos llenos de fieles rezando y dándose golpes de pecho y que contradictoriamente cuando salen a las calles se convierten en lobos disfrazados de ovejas violando los derechos de los otros y abusando de su estatus o poder. ¿No les parece que estos ejemplos son suficientes para afirmar que Dios es malo?

Si Dios fuera bueno todos los seres humanos tendrían un estilo de vida razonablemente bueno. Por ejemplo: en una familia no existirían peleas ni odios, los padres no abortarían a sus hijos, los niños y jóvenes tendrían la oportunidad de crecer en un hogar fundado en el amor, las riquezas materiales estarían bien distribuidas, no existirían pobres ni ladrones, los fieles practicantes serían coherentes con lo que predican, en la escuela ningún estudiante saldría mal en sus estudios y mucho menos perdería un año escolar y los narcotraficantes no existirían.

Escuchar a un adolescente afirmar que Dios no existe y que todo lo que se le ha enseñado sobre Dios es mentira porque desde que nació su vida ha sido una verdadera tragedia es comprensible, como adulto formado en las ciencias religiosas y en las ciencias pedagógicas puedo comprender que el análisis que este adolescente realiza es unidireccional (Dios en la vida del ser humano), y no es bidireccional (Dios y los hombres en mutua relación). Quien ha sido golpeado sin dar algún motivo para ello, mira su herida, llora por el dolor que siente y reacciona en rechazo total hacia la persona que le generó tal dolor, el problema está cuando no enfocamos racionalmente nuestro análisis hacia la verdadera causa de la herida.

Otro ejemplo es cuando una persona buena, inocente, llena de vida, cae en cama con una enfermedad mortal. Es de los muchos escenarios que se repiten con frecuencia y cuya culpa pertenece únicamente a Dios, dejando por fuera cientos de argumentos o posibles causas.

Lo cierto es que pertenecemos a una cultura occidental en donde la imagen y formación que poseemos de Dios pesa mucho al momento de intentar analizar los acontecimientos de la vida. Si creemos que Dios es omnipotente debiendo influir y actuar en todo acontecimiento de la vida humana pasando por encima de los mismos seres humanos, entonces cabe perfectamente la pregunta “¿por qué Dios es tan malo?”

Cuando desde niños se nos enseña que encendiendo velas a los santos o rezando rosarios y asistiendo a misa, recibiremos una especie de escudo protector que nos librará de todo mal, entiéndase robos, enfermedades, dolor, pérdida de bienes, peleas con seres queridos, etc.

Sin darse cuenta, nuestros maestros en la fe cometen un error que aparentemente pareciera tonto o ingenuo, pero al pasar de los años reaparece en nuestra conciencia lleno de dolor y rabia a través de una pregunta ¿por qué si Dios es tan bueno, a mí me pasan estas cosas malas?, ¿será que Dios no existe?, ¿será que me engañaron?, ¿será que mis buenas acciones no sirvieron para nada?

Quiero rescatar unas palabras expresadas por el doctor Yokoi Kenji en una de sus conferencias en la ciudad de Puebla México, la cual fue publicada en youtube en el año 2019:

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“Yo soy latino y nos gustan las cosas ya, el final ya, y de ahí que yo odiaba las historias de los japoneses, pues yo soy colombiano, y esas historias sin final yo las odiaba. Viviendo en Japón y estando en la escuela, un día entró el maestro y nos dijo:

“Muchachos, hoy les voy a contar una historia importante de la cultura japonesa.”

Yo me emocionaba, una historia.

Maestro: “La vida que ustedes tienen en este momento, lo que están viviendo, es como la vida de aquel hombre que huye del tigre, el tigre ya lo va alcanzar para tragárselo, es su comida, no va a desistir, lo persigue y lo persigue, y el hombre corre y corre, ya no tiene fuerzas para seguir corriendo, así que toma una decisión aquel hombre, se lanza por un abismo, con la suerte de quedar colgando de una rama, pasa toda la noche ahí dormidito, y al otro día, cuando despierta, mira hacia abajo con la esperanza de ver si puede bajarse, pero hay un problema, el tigre está abajo durmiendo esperándolo, es su comida y no va a desistir, menos mal que justo en ese momento el hombre nota que de la rama donde está agarrado, justo hay una mora, una zarzamora gigante, que él no había visto antes por la oscuridad de la noche, ahora brilla por la luminosidad del sol, el hombre extiende su mano, la toca con la punta de sus dos dedos y está tan madura, que esa mora se desprende solita, el hombre la introduce en su boca, la mora estalla e inmediatamente calma su sed.

Y ahí termina la historia. Y los niños japoneses escuchan ese final y hacen ¡ohhhh! Y yo el único niño latino pregunta ¿y el tigre? Y el maestro responde:

Maestro: “el tigre no importa Kenyi, siéntese, lo que importa es la mora”

Y yo insistía, la mora no importa, lo que importa es el tigre, y seguía la clase, yo no podía pensar en más nada, soy un latino, ese señor se quedó colgando de esa rama, matémoslo o salvémoslo, pero hagámosle un final a este cuento.

Un día apareció un maestro que me dijo: “Kenji venga que le explico: ¿por qué el tigre no importa? 
Porque el tigre es la muerte, a todos nos espera, nadie la puede evadir, por eso no importa, pero la mora, son esas cosas pequeñas que nadie nos puede quitar y por eso su vida es como esas pequeñas moras.” (1)

Los niños japoneses han aprendido a identificar los momentos hermosos de cada día, se les enseñó a saborear las moras de la vida, a identificarlas, también reconocen los momentos difíciles pero no se enredan en las historias y dolores que estos encierran, saben que el mal existe y es por eso que se preparan para enfrentarlo de una manera inteligente y no visceral, sentimental, irracional.

Poder identificar el origen del mal nos hará libres, nos permitirá reconocer que Dios no es el padre de lo malo, no es el causante de las tristezas, de las tragedias, por el contrario, Dios es el Padre del amor, de la reconciliación, de las oportunidades, de la esperanza, es el que nos envía su Santo Espíritu para que le dejemos entrar en nuestras vidas, le abramos el corazón y nuestra mente y le permitamos actuar junto a nosotros. En la medida en que dejemos que el Espíritu de Dios invada nuestro ser, estaremos encontrando las respuestas adecuadas a tantos males existentes en la tierra.

Las enfermedades deben ser estudiadas, cada una tiene una razón de ser, una causa y posibles tratamientos, los ladrones y violadores son parte de una sociedad enferma, de un problema de educación, de formación en valores y principios.

Los divorcios o la violencia intrafamiliar son generados por el mismo ser humano, quien se deja dominar por los celos, el ego, la rabia, el querer controlar o dominar la vida de los otros, la falsa concepción de libertad.

Un país pobre en donde sus calles están llenas de indigentes, consumidores de drogas o niños abandonados, no es culpa de Dios, es culpa de los propios dirigentes políticos que han sumergido en la miseria a los habitantes de ese país, robándoles la oportunidad de estudiar, crecer económicamente, de salir de la pobreza y la miseria.

Lo presentado anteriormente hace referencia a acontecimientos totalmente humanos, cuyo único responsable es el hombre. Las guerras, el maltrato, la envidia, la ambición, el odio y todo sentimiento destructivo no le pertenecen a Dios. Como existe el bien también existe el mal, los seres humanos en medio de nuestro ser creados a imagen y semejanza de Dios gozamos de la libertad, de esa facultad que nos ha obsequiado Dios como buen Padre, que no somete, ni esclaviza a sus hijos.

Se imaginan a Dios manejando a su antojo a todos los seres humanos como si fuéramos títeres, sin la posibilidad de optar y tomar decisiones sobre nuestro presente y futuro. Esa imagen es terrible, ahí sí deberíamos afirmar que Dios es malo.

Ahora conversemos sobre Dios y hagámoslo a la luz de la siguiente cita de la primera carta del apóstol San Juan:

7"Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8.Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.

9.En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.

10.En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 11.Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.

12.A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. 13.En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. 14.Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo, como Salvador del mundo." (2)


Porque reconozco la existencia amorosa de Dios en mi vida, en el mundo, en cada ser humano, entonces como consecuencia mis acciones serán coherentes con ese amor recibido. Yo me porto bien y soy una persona educada, servicial, comprensiva, compasiva, coherente y todo lo bueno que pueda ser, porque en mí no existirá otra forma de retribuir el amor recibido por medio de Jesucristo a toda la humanidad. Soy bueno porque me reconozco amado, no porque le tengo miedo a Dios.

Resultado de imagen para Dios es amorAl leer este texto del apóstol San Juan reconozco y soy capaz de analizar que el mal no proviene de Dios, nace y surge de todo aquel que se aleja de Dios. Los seres humanos que actúan desde la maldad no han conocido a Dios, desde su libertad mal manejada le cierran las puertas a la experiencia amorosa que el Creador tiene para ellos.

El amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios primero, eso es un error que muchos seres humanos cometen en su reflexión interior. Algunas personas analizan que si se portan bien, si cumplen los mandamientos y son fieles a toda la doctrina cristiana, entonces Dios tiene la obligación de guardarles un puesto junto a Él en el Paraíso, esto me recuerda mucho al comportamiento asumido por el hijo mayor en la parábola del hijo pródigo al enterarse que su hermano menor había regresado a casa, es triste pero el hermano mayor no logró comprender que lo que nos hace hijos fieles de Dios es la capacidad que tengamos de amar y perdonar. La lógica de Dios es diferente a la humana, es otra cosa, rompe nuestros esquemas limitados. El amor consiste en que Dios nos amó primero, antes de que nosotros llegásemos incluso a tener conciencia de su existencia, y cada uno de nosotros llegará a gozar de la vida eterna no porque fuimos buenos en la tierra, sino porque Dios es el bueno y yo como reconozco su amor infinito y su misericordia hacia mi persona, decido libremente, (haciendo uso de mi ser imagen y semejanza de Él) portarme bien, lo mejor que yo pueda, luchando siempre contra las tentaciones y arrepintiéndome de mis faltas.

La encarnación de Dios en la tierra nos liberó de la muerte, del pecado, de las cadenas que nos impedían ser libres. San Pablo en su carta a los Corintios nos dejó el siguiente mensaje

55"¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?

56.El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley. 57.Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! 58.Así pues, hermanos míos amados, mantengámonos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo no es vano en el Señor." (3)

El mal tiene la gran tarea de hacernos creer que Dios es malo, su trabajo es alejarnos de Dios, clavar en nuestros corazones y mentes el aguijón del “rechazo a Dios”; haciéndonos creer que “porque somos libres decidimos no creer en nada”.

Qué fuerte esa afirmación "el aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la ley." Estemos atentos, ya que podemos estar siendo víctimas de ese aguijón y no ser conscientes. Uno de los mayores pecados es desconocer el mensaje de Jesucristo, la revelación de que el Padre es amor y misericordia, quienes difunden un mensaje diferente caen en pecado, justificando sus acciones en la ley, ojo, la ley no puede estar por encima del hombre, "el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc. 2,27-28). 

Les invito a crecer en la fe, a dar los pasos necesarios para fortalecer nuestras columnas – fundamentos de fe. Si una casa se edifica sobre arena se va a caer, si la construimos sobre aguas se nos derrumbará, busquemos un buen terreno, suelos sólidos, de rocas firmes y fuertes, ya que en el caminar de la vida, nos estaremos enfrentando constantemente a tormentas, vientos fuertes, golpes y tornados. La fe no se limita a lo que una persona pueda sentir, la fe debe poseer una mezcla de razón, emoción y sobre todo la presencia del Espíritu Santo, que es quien abre los ojos y permite que ardan los corazones, al mismo estilo que lo vivieron los discípulos de Emaús.

Recordemos el cuento japonés del hombre y el tigre que nos compartió Yokoi Kenji, lo importante no es el tigre, no es la muerte, no es el cáncer, el ladrón, o el odio, lo importante es la mora, Jesucristo, el amor, la misericordia, el perdón, la sanación, la compasión, la esperanza; con todo ello y más, podremos cambiar cada una de las malas experiencias, podremos vencer al mal convirtiéndonos en hombres y mujeres que se reconocen amados y por ende dan amor, somos poseedores de la verdad, aquella que solamente algunos seres humanos han decidido reconocer.

Dios no es malo.


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