¿Por qué Dios es tan malo?
Cuando
salimos a las calles y observamos con calma la realidad que se encuentra en
muchas esquinas, podríamos afirmar que Dios es malo, mejor dicho, Dios es
malísimo, es un padre que no ama, sino que odia a sus hijos.
Ver a niños
o jóvenes pidiendo limosnas, mujeres embarazadas o con un niño en los brazos
viviendo en las calles, jóvenes drogándose, enterarnos de personas que han
decidido suicidarse, restaurantes que botan comida mientras miles pasan hambre,
templos llenos de fieles rezando y dándose golpes de pecho y que
contradictoriamente cuando salen a las calles se convierten en lobos
disfrazados de ovejas violando los derechos de los otros y abusando de su
estatus o poder. ¿No les parece que estos ejemplos son suficientes para afirmar
que Dios es malo?
Si Dios
fuera bueno todos los seres humanos tendrían un estilo de vida razonablemente
bueno. Por ejemplo: en una familia no existirían peleas ni odios, los padres no
abortarían a sus hijos, los niños y jóvenes tendrían la oportunidad de crecer
en un hogar fundado en el amor, las riquezas materiales estarían bien
distribuidas, no existirían pobres ni ladrones, los fieles practicantes serían
coherentes con lo que predican, en la escuela ningún estudiante saldría mal en
sus estudios y mucho menos perdería un año escolar y los narcotraficantes no
existirían.
Escuchar a
un adolescente afirmar que Dios no existe y que todo lo que se le ha enseñado sobre
Dios es mentira porque desde que nació su vida ha sido una verdadera tragedia
es comprensible, como adulto formado en las ciencias religiosas y en las
ciencias pedagógicas puedo comprender que el análisis que este adolescente
realiza es unidireccional (Dios en la vida del ser humano), y no es
bidireccional (Dios y los hombres en mutua relación). Quien ha sido golpeado
sin dar algún motivo para ello, mira su herida, llora por el dolor que siente y
reacciona en rechazo total hacia la persona que le generó tal dolor, el
problema está cuando no enfocamos racionalmente nuestro análisis hacia la
verdadera causa de la herida.
Otro
ejemplo es cuando una persona buena, inocente, llena de vida, cae en cama con
una enfermedad mortal. Es de los muchos escenarios que se repiten con frecuencia
y cuya culpa pertenece únicamente a Dios, dejando por fuera cientos de
argumentos o posibles causas.
Lo cierto
es que pertenecemos a una cultura occidental en donde la imagen y formación que
poseemos de Dios pesa mucho al momento de intentar analizar los acontecimientos
de la vida. Si creemos que Dios es omnipotente debiendo influir y actuar en
todo acontecimiento de la vida humana pasando por encima de los mismos seres
humanos, entonces cabe perfectamente la pregunta “¿por qué Dios es tan malo?”
Cuando
desde niños se nos enseña que encendiendo velas a los santos o rezando rosarios
y asistiendo a misa, recibiremos una especie de escudo protector que nos
librará de todo mal, entiéndase robos, enfermedades, dolor, pérdida de bienes,
peleas con seres queridos, etc.
Sin darse
cuenta, nuestros maestros en la fe cometen un error que aparentemente pareciera
tonto o ingenuo, pero al pasar de los años reaparece en nuestra conciencia
lleno de dolor y rabia a través de una pregunta ¿por qué si Dios es tan bueno,
a mí me pasan estas cosas malas?, ¿será que Dios no existe?, ¿será que me
engañaron?, ¿será que mis buenas acciones no sirvieron para nada?
Quiero
rescatar unas palabras expresadas por el doctor Yokoi Kenji en una de sus
conferencias en la ciudad de Puebla México, la cual fue publicada en youtube en
el año 2019:
“Yo soy
latino y nos gustan las cosas ya, el final ya, y de ahí que yo odiaba las
historias de los japoneses, pues yo soy colombiano, y esas historias sin final
yo las odiaba. Viviendo en Japón y estando en la escuela, un día entró el
maestro y nos dijo:
“Muchachos,
hoy les voy a contar una historia importante de la cultura japonesa.”
Yo me
emocionaba, una historia.
Maestro: “La
vida que ustedes tienen en este momento, lo que están viviendo, es como la vida
de aquel hombre que huye del tigre, el tigre ya lo va alcanzar para tragárselo,
es su comida, no va a desistir, lo persigue y lo persigue, y el hombre corre y
corre, ya no tiene fuerzas para seguir corriendo, así que toma una decisión
aquel hombre, se lanza por un abismo, con la suerte de quedar colgando de una
rama, pasa toda la noche ahí dormidito, y al otro día, cuando despierta, mira
hacia abajo con la esperanza de ver si puede bajarse, pero hay un problema, el
tigre está abajo durmiendo esperándolo, es su comida y no va a desistir, menos
mal que justo en ese momento el hombre nota que de la rama donde está agarrado,
justo hay una mora, una zarzamora gigante, que él no había visto antes por la
oscuridad de la noche, ahora brilla por la luminosidad del sol, el hombre
extiende su mano, la toca con la punta de sus dos dedos y está tan madura, que
esa mora se desprende solita, el hombre la introduce en su boca, la mora
estalla e inmediatamente calma su sed.
Y ahí
termina la historia. Y los niños japoneses escuchan ese final y hacen ¡ohhhh! Y
yo el único niño latino pregunta ¿y el tigre? Y el maestro responde:
Maestro: “el
tigre no importa Kenyi, siéntese, lo que importa es la mora”
Y yo
insistía, la mora no importa, lo que importa es el tigre, y seguía la clase, yo
no podía pensar en más nada, soy un latino, ese señor se quedó colgando de esa
rama, matémoslo o salvémoslo, pero hagámosle un final a este cuento.
Un día
apareció un maestro que me dijo: “Kenji venga que le explico: ¿por qué el tigre
no importa?
Porque el tigre es la muerte, a todos nos espera, nadie la puede
evadir, por eso no importa, pero la mora, son esas cosas pequeñas que nadie nos
puede quitar y por eso su vida es como esas pequeñas moras.” (1)
Los niños
japoneses han aprendido a identificar los momentos hermosos de cada día, se les
enseñó a saborear las moras de la vida, a identificarlas, también reconocen los
momentos difíciles pero no se enredan en las historias y dolores que estos
encierran, saben que el mal existe y es por eso que se preparan para
enfrentarlo de una manera inteligente y no visceral, sentimental, irracional.
Poder
identificar el origen del mal nos hará libres, nos permitirá reconocer que Dios
no es el padre de lo malo, no es el causante de las tristezas, de las tragedias,
por el contrario, Dios es el Padre del amor, de la reconciliación, de las
oportunidades, de la esperanza, es el que nos envía su Santo Espíritu para que
le dejemos entrar en nuestras vidas, le abramos el corazón y nuestra mente y le
permitamos actuar junto a nosotros. En la medida en que dejemos que el Espíritu
de Dios invada nuestro ser, estaremos encontrando las respuestas adecuadas a
tantos males existentes en la tierra.
Las
enfermedades deben ser estudiadas, cada una tiene una razón de ser, una causa y
posibles tratamientos, los ladrones y violadores son parte de una sociedad
enferma, de un problema de educación, de formación en valores y principios.
Los
divorcios o la violencia intrafamiliar son generados por el mismo ser humano,
quien se deja dominar por los celos, el ego, la rabia, el querer controlar o
dominar la vida de los otros, la falsa concepción de libertad.
Un país
pobre en donde sus calles están llenas de indigentes, consumidores de drogas o
niños abandonados, no es culpa de Dios, es culpa de los propios dirigentes
políticos que han sumergido en la miseria a los habitantes de ese país,
robándoles la oportunidad de estudiar, crecer económicamente, de salir de la
pobreza y la miseria.
Lo
presentado anteriormente hace referencia a acontecimientos totalmente humanos,
cuyo único responsable es el hombre. Las guerras, el maltrato, la envidia, la
ambición, el odio y todo sentimiento destructivo no le pertenecen a Dios. Como
existe el bien también existe el mal, los seres humanos en medio de nuestro ser
creados a imagen y semejanza de Dios gozamos de la libertad, de esa facultad
que nos ha obsequiado Dios como buen Padre, que no somete, ni esclaviza a sus
hijos.
Se imaginan
a Dios manejando a su antojo a todos los seres humanos como si fuéramos
títeres, sin la posibilidad de optar y tomar decisiones sobre nuestro presente
y futuro. Esa imagen es terrible, ahí sí deberíamos afirmar que Dios es malo.
Ahora
conversemos sobre Dios y hagámoslo a la luz de la siguiente cita de la primera
carta del apóstol San Juan:
7"Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor
es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8.Quien no ama
no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.
9.En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en
que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.
10.En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como
propiciación por nuestros pecados. 11.Queridos, si Dios nos amó de esta manera,
también nosotros debemos amarnos unos a otros.
12.A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos
a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su
plenitud. 13.En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que
nos ha dado de su Espíritu. 14.Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que
el Padre envió a su Hijo, como Salvador del mundo." (2)
Porque
reconozco la existencia amorosa de Dios en mi vida, en el mundo, en cada ser
humano, entonces como consecuencia mis acciones serán coherentes con ese amor
recibido. Yo me porto bien y soy una persona educada, servicial, comprensiva,
compasiva, coherente y todo lo bueno que pueda ser, porque en mí no existirá
otra forma de retribuir el amor recibido por medio de Jesucristo a toda la
humanidad. Soy bueno porque me reconozco amado, no porque le tengo miedo a
Dios.
Al leer
este texto del apóstol San Juan reconozco y soy capaz de analizar que el mal no
proviene de Dios, nace y surge de todo aquel que se aleja de Dios. Los seres
humanos que actúan desde la maldad no han conocido a Dios, desde su libertad
mal manejada le cierran las puertas a la experiencia amorosa que el Creador
tiene para ellos.
El amor
consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios primero, eso es un error que
muchos seres humanos cometen en su reflexión interior. Algunas personas
analizan que si se portan bien, si cumplen los mandamientos y son fieles a toda
la doctrina cristiana, entonces Dios tiene la obligación de guardarles un puesto
junto a Él en el Paraíso, esto me recuerda mucho al comportamiento asumido por
el hijo mayor en la parábola del hijo pródigo al enterarse que su hermano menor
había regresado a casa, es triste pero el hermano mayor no logró comprender que
lo que nos hace hijos fieles de Dios es la capacidad que tengamos de amar y
perdonar. La lógica de Dios es diferente a la humana, es otra cosa, rompe
nuestros esquemas limitados. El amor consiste en que Dios nos amó primero, antes
de que nosotros llegásemos incluso a tener conciencia de su existencia, y cada
uno de nosotros llegará a gozar de la vida eterna no porque fuimos buenos en la
tierra, sino porque Dios es el bueno y yo como reconozco su amor infinito y su
misericordia hacia mi persona, decido libremente, (haciendo uso de mi ser
imagen y semejanza de Él) portarme bien, lo mejor que yo pueda, luchando
siempre contra las tentaciones y arrepintiéndome de mis faltas.
La
encarnación de Dios en la tierra nos liberó de la muerte, del pecado, de las
cadenas que nos impedían ser libres. San Pablo en su carta a los Corintios nos dejó el siguiente mensaje
55"¿Dónde está, oh muerte, tu
victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
56.El aguijón de la muerte es el
pecado; y la fuerza del pecado, la Ley. 57.Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que
nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! 58.Así pues, hermanos míos
amados, mantengámonos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del
Señor, conscientes de que su trabajo no es vano en el Señor." (3)
El mal
tiene la gran tarea de hacernos creer que Dios es malo, su trabajo es alejarnos
de Dios, clavar en nuestros corazones y mentes el aguijón del “rechazo a Dios”;
haciéndonos creer que “porque somos libres decidimos no creer en nada”.
Qué fuerte esa afirmación "el aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la ley." Estemos atentos, ya que podemos estar siendo víctimas de ese aguijón y no ser conscientes. Uno de los mayores pecados es desconocer el mensaje de Jesucristo, la revelación de que el Padre es amor y misericordia, quienes difunden un mensaje diferente caen en pecado, justificando sus acciones en la ley, ojo, la ley no puede estar por encima del hombre, "el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc. 2,27-28).
Les invito
a crecer en la fe, a dar los pasos necesarios para fortalecer nuestras columnas
– fundamentos de fe. Si una casa se edifica sobre arena se va a caer, si la construimos
sobre aguas se nos derrumbará, busquemos un buen terreno, suelos sólidos, de
rocas firmes y fuertes, ya que en el caminar de la vida, nos estaremos
enfrentando constantemente a tormentas, vientos fuertes, golpes y tornados. La
fe no se limita a lo que una persona pueda sentir, la fe debe poseer una mezcla
de razón, emoción y sobre todo la presencia del Espíritu Santo, que es quien
abre los ojos y permite que ardan los corazones, al mismo estilo que lo
vivieron los discípulos de Emaús.
Recordemos
el cuento japonés del hombre y el tigre que nos compartió Yokoi Kenji, lo
importante no es el tigre, no es la muerte, no es el cáncer, el ladrón, o el
odio, lo importante es la mora, Jesucristo, el amor, la misericordia, el
perdón, la sanación, la compasión, la esperanza; con todo ello y más, podremos
cambiar cada una de las malas experiencias, podremos vencer al mal
convirtiéndonos en hombres y mujeres que se reconocen amados y por ende dan
amor, somos poseedores de la verdad, aquella que solamente algunos seres
humanos han decidido reconocer.
Dios no es
malo.
2) I Juan, 4 - Bíblia Católica
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3) I Corintios, 15 - Bíblia Católica Online Leia mais em: https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/i-corintios/15/